En física sólo se pueden medir aquellas cantidades que tienen un
significado real. Si pudiéramos enfocar un "supermicroscopio"
sobre un electrón en un átomo y verlo moviéndose en una órbita,
podríamos aceptar que existen tales órbitas. Ahora bien, vamos a
demostrar que es fundamentalmente imposible hacer tal observación (aun
con el "más" ideal de los instrumentos cuya construcción
pudiera concebirse). Por consiguiente afirmamos que tales órbitas no
tienen significado físico.
Observamos a la Luna moviéndose en torno a la Tierra
mediante la luz solar que refleja hacia nosotros. Ahora bien, la luz
comunica cantidad de movimiento lineal a un objeto del cual se refleja.
En principio, esta luz reflejada debiera alterar el curso de la Luna en
su órbita, aunque con poco que se reflexione al respecto salta a la
vista que este efecto perturbador es insignificante.
Para los electrones, la situación es totalmente diferente.
En este caso también sólo podemos esperar "ver" al electrón
si le dirigimos luz, u otra partícula, para que nos la refleje. En este
caso, el retroceso que experimenta el electrón cuando la luz (el
fotón) rebota en él altera por completo el movimiento del electrón de
una manera tal que no puede evitarse y ni siquiera puede tomarse en
cuenta para reconstruir el movimiento del electrón.
Si existieran órbitas como las imaginadas por Bohr,
se dislocarían por completo al tratar de verificar su existencia. Bajo
estas circunstancias, preferirnos decir que es la función de probabilidad,
y no las órbitas, lo que representa la realidad física.
Nuestra imposibilidad inherente de describir los
movimientos de los electrones a la manera clásica se expresa mediante
el principio de incertidumbre enunciado por Werner Heisenberg en 1927.
Para formular este principio, consideremos un haz de electrones
monoenergéticos de velocidad v. que se mueven de izquierda a derecha en
la Figura superior. Propongámonos determinar la posición de un
electrón dado en dirección vertical (y) y también su componente de
velocidad vy en esa dirección. Si tenemos éxito en llevar a
cabo estas mediciones con una exactitud sin límites, podemos sostener
que hemos determinado la posición y el movimiento del electrón (o al
menos una componente de él) con precisión. Ahora bien, veremos que es
imposible hacer estas dos mediciones simultáneamente con una precisión
ilimitada.
Para medir y detenemos el haz con una pantalla A en
la cual hacemos una abertura de anchura ∆y.
Si pasa un electrón a través de la abertura, su posición vertical
queda determinada con esta precisión. Haciendo la abertura más
angosta, podemos mejorar, hasta el grado que queramos, la precisión de
esta medida de posición vertical.
Ya que el electrón es una onda, sufrirá difracción en la
abertura, y una placa fotográfica que se coloque en B en la Fíg.
revelará un patrón de difracción típico. La existencia de este
patrón de difracción quiere decir que hay una incertidumbre en los
valores de vy, que poseen los electrones que salen de la
abertura. Sea vya, el valor de vy, que corresponde
a un electrón que va a dar al primer mínimo en la pantalla,
representado por el punto a y caracterizado por el
ángulo θa
.Aceptemos que vya, sea una medida tosca de la incertidumbre
∆vy
con que se conoce el valor de vy para los electrones que
salen de la abertura y. El primer mínimo en el patrón de
difracción está dado por:
∆y
·seno θa = λ
Si suponemos que θa
es suficientemente pequeño, podemos escribir esta ecuación así:
θa
» λ / ∆y.
Para llegar
al punto a, vya (=∆vy)
debe ser tal que: θa
» ∆vy
/vo. Combinando estas ecuaciones
tenemos que:
∆vy /vo
=
λ/∆y
que podemos escribir:
∆vy
· ∆y
» λ
vo . Como λ =
h/p = h / mvo tenemos que:
∆vy
· ∆y
» hvo / mvo
que podemos escribir así: ∆py
· ∆y
» h
En esta ecuación Dpy
es la incertidumbre en el conocimiento de la cantidad de movimiento
vertical de los electrones; ∆y
es la incertidumbre que tenemos de su posición vertical. La ecuación
nos dice que, ya que el producto de estas incertidumbres en una cte, no
podemos medir simultáneamente a py y a y
con una precisión ilimitada. Es decir que mientras mejor
conozcamos la posición de una partícula menos sabremos de su cantidad
de movimiento (velocidad). Queda establecido que:
∆py
· ∆y
≥ h .
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En 1924, el físico francés Louis de
Broglie hizo el siguiente razonamiento:
-
La
naturaleza es sorprendentemente simétrica de muchas maneras.
-
Nuestro
universo observable está compuesto totalmente de luz y de materia.
-
Teniendo en cuenta la dualidad
onda-corpúsculo de la luz (Young-Einstein), quizás también
la materia goce de esta cualidad.
La sugerencia de de Boglie quizás no
hubiera recibido seria atención si no hubiera predicho cuál debía ser
la longitud de onda asociada a las llamadas ondas de materia. Recordemos
que en 1680, Huygens propuso una teoría ondulatoria de la luz que no recibió
aceptación general, en parte porque Huygens no pudo precisar cuál era
la longitud de onda de la luz. Cuando Thomas Young rectificó este
defecto en 1800, comenzó a aceptarse la teoría ondulatoria. De Boglie
supuso que la longitud de onda de las ondas de materia predichas debía
estar dada por la misma relación aplicable a la luz, o sea:
λ = h/p =
h/(m·v)
que relaciona la longitud de onda de una onda luminosa
con la cantidad de movimiento de los fotones asociados con ella. La
doble naturaleza de la luz se muestra de una manera sorprendente en esta
ecuación y también en la de Plank (E=hn ).
Ambas expresiones contiene en su estructura tanto el concepto de onda (n,λ)
como un concepto de partícula (E,p). De Boglie predijo que las
longitudes de ondas de las materias también debían estar dadas por la
ecuación anterior, en la cual "p" tendría que ser la
cantidad de movimiento de la partícula de materia.
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